martes, 31 de enero de 2012

10.





Hay reestructuración. La empresa está dividida en dos sociedades. Dos edificios distintos. Dos clases de empleados. Hoy la oficina huele a cajas de cartón y a tensión eléctrica. A tormenta de verano. Corren quinielas para saber quién se muda al otro edificio, a quién traerán a éste. Por ahora creo que no me muevo, y empieza a oler a gas. Tampoco veo un sólo ejecutivo, y sospecho que están bailando en el otro sitio.

lunes, 30 de enero de 2012

9.



El café me ha sentado mal. Era de ayer y lo he metido en un termo para beberlo de camino. Se me ha olvidado calentarlo porque no llegaba y me he puesto nerviosa al pensar que había prometido dejar de fumar y ya me estaba encendiendo otro pitillo, cuando además sé que en ayunas me da asco. He perdido el metro por los pelos y he pensado que si no hubiera tenido el termo en la mano quizá habría podido correr más rápido. Sé que es mentira porque nunca corro con tacones así que no lo habría hecho; pero lo he pensado, y he tirado el termo a la papelera, sin ni siquiera habérmelo bebido. A lo mejor por eso me ha sentado mal.
En la oficina todo el mundo estaba histérico, y se movía de un lado a otro dando gritos, y cuando he entrado he pensado que igual, al fin y al cabo, sí que llega el fin del mundo. Pero cuando me han visto, todos han parado en seco y se han callado. Me han mirado en silencio, con una mezcla de pánico y pena, y lo primero que he pensado es que también se me había olvidado peinarme; y luego, a juzgar por el caos, que a lo mejor sí era el fin del mundo, y yo con estos pelos.
Pero sí me había peinado. Sólo era que han quitado las subvenciones sobre las que se sustenta la empresa y nos hemos quedado con cara de idiotas. Me pregunto por qué se me queda cara de idiota, o incluso por qué me importa, si en el fondo hago un trabajo que odio. A a lo mejor es que una se acostumbra a todo, y eso me da rabia porque es como morirse un poquito.
Por la mañana he fumado en la oficina y nadie ha dicho nada. Tampoco he hecho nada más. Me he sentado ahí, esperando, a ver si se acababa esto; pero no. Los lunes son eternos cuando no hay trabajo en el trabajo.

martes, 24 de enero de 2012

8.







El sábado madrugué de forma descarada. Aproveché para lanzarme a la calle antes de que el resto de locas madrugadoras invadieran las tiendas al grito guerrero de '¡rebajas!', y hacer esas pequeñas compras que luego siempre me dan tanta pereza. Reconozco que detesto ir de rebajas. Tengo una tolerancia muy baja para las colas y las aglomeraciones; a mí me gusta ir tranquila, relajada, probarme... Pero la verdad es que mi fondo de armario empezaba a escasear ropa interior de batalla, de la de domingo de invierno con pelis malas en el sofá, de la de una vez al mes; la de Bridget Jones. Es posible que mi creciente fascinación-obsesión por la lencería empiece a jugar en mi contra. Sí, confieso: soy una yonqui de la ropa interior de lujo.

viernes, 6 de enero de 2012

7.

Espero todo el mundo se haya portado bien, y a nadie le haya caído carbón. Qué rollo esto de los reyes, con lo divertido que es portarse mal... Veo que me está costando más de lo que imaginaba mantener el blog activo, y que requiere una constancia que no tengo para casi nada. He pensado que esto podría ser mi propósito de año nuevo, pero luego me ha dado un poco de miedo, porque la verdad es que ningún año cumplo nada de lo que me propongo; así que lo dejo en una interrogación. Es cierto que estas navidades, entre los compromisos familiares y los laborales, no he tenido apenas tiempo para mí. No he hecho ni un collage de esos con los que os castigo por aquí, ni he visitado nada que merezca la pena mencionar, así que tampoco tengo material ahora mismo. Por eso hoy he decidido colar aquí el trabajo de otros. Me he encontrado con esto, del colectivo audiovisual lacasinegra, que me ha gustado mucho y me ha puesto nostálgica.


miércoles, 4 de enero de 2012

6.

Me dijeron que el mundo se iba a acabar así que salí en Nochevieja, por si me moría, que me pillara de fiesta y no en la cama como otros años. Pero no pasó nada y sentí una decepción rara; no porque quisiera que pasara, sino porque ya me había acostumbrado a la idea. Empezar el año habiendo gastado dinero como si no hubiera mañana deja un mal sabor de boca al descubrir que sí lo hay, y que ni siquiera valió el esfuerzo. Si por lo menos esto también lo pagara la empresa... Ayer, al recoger unas fotos del laboratorio, descubrí que Turner se había colado en la cámara desechable que compré para la ocasión. La única que merece la pena es una que disparé al cielo sin mirar, a la vuelta a casa. Es lo mejor de la noche, y ocurrió de día.