miércoles, 29 de febrero de 2012

16.

Autorretrato de la niña (II)



En verano en el pueblo hace calor y el campo está muy seco. Se llena todo de un polvo áspero que, cuando cae el sol, enturbia el cielo y hace que el atardecer sea naranja, largo y pesado. En verano hay más gente que durante el resto del año, y creo que eso fue lo primero que me sorprendió al llegar a Madrid ese año y verlo vacío, como si todos sus habitantes hubieran hecho el camino inverso al mío. Todos iban a mi pueblo a pasar las vacaciones, y yo me iba a su ciudad a prepararme para el resto de mi vida. El verano que cumplí 12, mi padre nos dijo a mi hermana y a mí que tenía un trabajo mejor y por eso nos íbamos a Madrid, que ahora iríamos a un colegio más grande y más bonito, pero yo sé que hacía años que se quería marchar del pueblo, desde que murió mi madre; y eso que fue ella quien se mudo ahí por él. La verdad es que yo también lo odiaba. Pasaba mucho tiempo sola y ya casi no veía a María, aunque vivía en la misma calle, porque cuando eres pequeña los amigos vienen y van sin explicación y un día juegas a la rayuela en la alameda y al siguiente no te saludas. Luego quince años después te despiertas en mitad de la noche y te preguntas porqué, pero en seguida te duermes porque aprendemos a olvidar. A los 12 años el pueblo ya no me gustaba y eso era lo que pensaba el día antes de marcharme mientras echaba la tarde con Pablo antes de entrar en casa para cenar. A Pablo tampoco le gustaba ese sitio y me miraba muy triste mientras nos balanceábamos con desgana en el subibaja. Desde hacía meses no se despegaba de mí y sabía que cuando me fuera al día siguiente se iba a quedar solo.
'No te puedes ir', me dijo.
'¿Por qué?'
Odiaba ese pueblo, y ahora también me estaba poniendo triste.
'Creo que me gustan los chicos', y me retiró la mirada, avergonzado.
Seguí balanceándome, sin entender por qué había dicho eso. Me encogí de hombros.
'Pues a mí también.'
Como nunca volví, no le vi más. Imagino que también se marcharía; eso espero. Habría sido tan infeliz ahí.


domingo, 26 de febrero de 2012

15.


Desde hace ya un tiempo, con esta fiebre por los gintónics fetén, salir de copas es sinónimo de agujero en mi cuenta bancaria. Siempre he sido de gintónic y reconozco que al principio, cuando me sacaron del aburrido monopolio del binomio Beefeater-Bombay, fui feliz. Recuerdo ir al Marula Café a beber sus gintónics de pepino, y luego descubrir el Rincón del Pez, con su imperio de ginebras raras, todas maridadas con cosas exóticas y a un precio de risa. Pero a día de hoy, si tu bar no tiene una carta de ginebras y tónicas de la Conchinchina, y una tonelada de pimienta de Jamaica y pétalos de alelí, es que es cutre; y me pido una Tanqueray me miran raro y oigo 'Tenemos Ten, que es la premium de Tanqueray.' Pues vaya con lo de premium; con un sólo adjetivo te cuelan cinco euros y todos tan contentos. Pues qué voy decir, si veo otra botella de Hendricks me entran ganas de vomitar. Así que, como además estoy harta de que me cobren por una copa lo que cuesta una botella, me declaro en huelga y me paso al vodka. Sí, el colega ruso, tan apestado por aquí por las terribles asociaciones a melopeas iniciáticas.
Hoy me las voy a dar de pitonisa, y que me tiren piedras si a alguien le molesta, pero creo que el vodka va a ser la nueva ginebra muy pronto.
La otra tarde nos dejamos caer por Adam & Van Eekelen, en la calle Pez, y me pasó un poco como en las tiendas de lencería, que entré 'a mirar' y salí borracha. Adam, el dueño, también lleva el Rincón del Pez. No sé si es porque se acuerda de mí, o porque es otro mercader fenicio de estos que me llevan a la ruina, pero siempre me recibe como si fuera todos los días, y cuando salgo tengo que mirar por dónde piso, porque no sé decir que no cuando me da algo a probar. Quería hacer martinis de vodka y me recomendó uno escocés, el Blackwood Vodka, que cuando me lo dio a probar me pareció delicioso. El dry martini es un cóctel con propiedades mágicas: como dijo alguien, 'uno está bien. Dos son demasiados, y tres nunca son suficientes'. En este caso los preparé mezclándolo con vermú blanco Noilly Prat, como me recomendó Adam, y bendito sea el día que decidí ponerme en huelga, porque eso es una locura.


A mí me gusta el dry martini con el 'dry' subrayado, que el vermú tan solo manche el cóctel. Yo lo preparo así:
Lleno una coctelera, o un vaso de cristal grande, de hielo y echo un chorro de vermú. Lo remuevo bien, para que impregne el hielo, y luego lo tiro todo. Después añado cuatro medidas de ginebra o vodka, según de qué lo prepare. Remuevo bien otra vez para que se enfríe y coja el aroma que ha dejado el vermú en el hielo, y lo cuelo en copa de cóctel. Droga dura, pero sienta como el cielo.
Para quienes no se hayan adentrado en el mundo del martini, y sientan curiosidad, cito a Dorothy Parker, erudita en la materia. Hay a quien le echará para atrás, otras lo encontrarán útil según para qué.


I like to drink martinis. Two at the most. Three I'm under the table, four I'm under the host.
(Me gusta beber martinis. Dos como mucho. Tres estoy debajo de la mesa, cuatro estoy debajo del anfitrión.)


jueves, 23 de febrero de 2012

14.


Hace unos años escuchaba a John Frusciante como una posesa quinceañera. Soñaba que me lo encontraba y que nos enamorábamos; o que él se enamoraba de mí, porque yo ya lo estaba de él. Sus canciones hablan de él, pero en realidad me hablan a mí. Son oscuras y sexys de una manera que aún no he llegado a descifrar del todo. Me enfadé cuando descubrí que había compuesto música para 'The Brown Bunny' pero al final no se incluyó en la película, porque también estaba enamorada de Vincent Gallo. Aunque fuera el novio de Cat Power; aunque venda su semen en su web por un millón de dólares; aunque secuestre su última película. O quizás por todo eso.


John Frusciante - ‘Going Inside’
Dir: Vincent Gallo, 2001

jueves, 16 de febrero de 2012

13.




Si este vídeo de Matthew Frost para la revista Jalouse no fuera un anuncio, quizás me encantaría. A lo mejor, si no lo fuera, no habría caído en todos los tópicos que la voz en off enumera de forma casual, inocente y con un punto de ironía. Pero no es irónico, es anodino. Puede que si no fuera un anuncio, hubiera sentido celos –como invita la revista– de su casa, de sus dientes perfectamente separados, del movimiento de su minifalda o de toda ella por ligarse al hipster molón e intelectual. Pero es un anuncio, y la verdad es que el vídeo me irrita.



a algunas mujeres, cuando se pintan los labios, se les borra la boca

domingo, 12 de febrero de 2012

lunes, 6 de febrero de 2012

11.

Autorretrato de la niña (I)

A veces, cuando era niña, antes de venir a Madrid, mi madre se sentaba a hacer los deberes conmigo. Se le daban mal las matemáticas y creo que lo pasaba mal por si suspendía, por no haber sabido ayudarme. A veces se me gastaba la goma, o la perdía, y ella cogía una hogaza de pan y hacía una bola dura con la miga con la que borraba el lápiz. Nunca funcionaba, y yo me ponía nerviosa. Mi madre decía que quedaba bonito, pero ella tampoco se lo creía.