martes, 12 de junio de 2012

32.

Autorretrato de la niña (IV)


Javi se sentaba muy cerca de mí en clase y siempre olía bien. Me gustaba entrar en clase justo detrás de él para oler su colonia de niños. Luego le miraba de reojo desde mi pupitre. No quería que se diera cuenta, y si se volvía hacia mí en ese momento, fingía mirar algo por la ventana mientras notaba cómo se me aceleraba el pulso y me restregaba las manos contra la falda para secarme el sudor. Luego, en el recreo, siempre le veía correr de un lado para otro con sus amigos, y me fascinaba que fuera el único que nunca se despeinaba, el que al final de día se iba a casa tan impecable como vino. Mi madre me ponía cada mañana un vestido limpio y me recogía el pelo en una coleta muy fuerte pero, hiciera lo que hiciera, siempre volvía con la ropa arrugada y sucia, y los pelos revueltos. Y Javi siempre estaba tan bien peinado y olía tan bien... Una vez le pregunté por qué y me miró sin entender nada. Dijo 'no sé' y se marchó corriendo.

Un día, la profesora nos enseñó un baile. Ya no recuerdo cuál era, ni para qué lo preparamos. Sí recuerdo que había que ponerse por parejas, y que en cuanto recibimos la instrucción miré a Javi, emocionada. Supe de inmediato que ésa era mi oportunidad, quizás la única. No sólo podría estar muy cerca de Javi, tocándole incluso, sino que lo habría ordenado la profe. El primer paso casi lo habían tomado por mí. Salvo que seguía teniendo acercarme a él antes que nadie. Estaba a escasos metros de él, sin decidirme a cogerle de la mano, y le debía mirar con desesperación porque en seguida noté un golpecito en el codo.

-Oye, que con Javi yo, ¿eh?

Era María. Mi amiga María, con la que me comía el bollo todas las tardes, y ahora me dedicaba una mirada asesina. En ese momento me di cuenta de que ella estaba sufriendo lo mismo que yo, y quizá por eso, porque entendí qué estaba pasando y lo que estaba en juego, le dije:

-No.



Un secreto guardado a fuego y meses de silencio echados a perder con tan solo una sílaba. María me zarandeó mientras gritó que ella bailaba con Javi porque estaba colada por él. Recuerdo que usó esas palabras, 'colada por él', y ahora me hacen reír, pero en el momento sólo alcancé a balbucear un triste 'Pues yo más', y le di un empujón. Después estábamos rodando por el suelo, chillando, agarrándonos del pelo hasta que la profe nos separó y las dos nos levantamos hechas un desastre y nos echamos a llorar, cada una por su lado. Ese día nos castigaron sin baile, y nos obligaron a ver cómo el resto de la clase se divertía, pero nosotras no veíamos al resto de la clase, tan solo a Javi, que bailaba con otra, ajeno a todo. Dos niñas se habían zurrado por él, y ni se había enterado.

Esa tarde María y yo nos compramos el bollo juntas, como todas las tardes, pero cada una se lo llevó a su casa. Al día siguiente nos volvimos a encontrar en el poyo como si nada, y nunca volvimos a hablar de Javi.

martes, 5 de junio de 2012

31.


"Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un '¡Ahhh!'."
Jack Kerouac, 'En el camino' 


Cuando leí esas palabras hace años, me dieron ganas de salir a la calle y arder y arder y perseguir a gente loca como decía Jack. Las copié en un cuaderno. Cada cierto tiempo las releo para comprobar que me siguen haciendo el mismo efecto que entonces. Me siento a salvo cuando descubro que sí, aunque a veces tenga que visitarlas de nuevo para asegurarme.