domingo, 26 de febrero de 2012

15.


Desde hace ya un tiempo, con esta fiebre por los gintónics fetén, salir de copas es sinónimo de agujero en mi cuenta bancaria. Siempre he sido de gintónic y reconozco que al principio, cuando me sacaron del aburrido monopolio del binomio Beefeater-Bombay, fui feliz. Recuerdo ir al Marula Café a beber sus gintónics de pepino, y luego descubrir el Rincón del Pez, con su imperio de ginebras raras, todas maridadas con cosas exóticas y a un precio de risa. Pero a día de hoy, si tu bar no tiene una carta de ginebras y tónicas de la Conchinchina, y una tonelada de pimienta de Jamaica y pétalos de alelí, es que es cutre; y me pido una Tanqueray me miran raro y oigo 'Tenemos Ten, que es la premium de Tanqueray.' Pues vaya con lo de premium; con un sólo adjetivo te cuelan cinco euros y todos tan contentos. Pues qué voy decir, si veo otra botella de Hendricks me entran ganas de vomitar. Así que, como además estoy harta de que me cobren por una copa lo que cuesta una botella, me declaro en huelga y me paso al vodka. Sí, el colega ruso, tan apestado por aquí por las terribles asociaciones a melopeas iniciáticas.
Hoy me las voy a dar de pitonisa, y que me tiren piedras si a alguien le molesta, pero creo que el vodka va a ser la nueva ginebra muy pronto.
La otra tarde nos dejamos caer por Adam & Van Eekelen, en la calle Pez, y me pasó un poco como en las tiendas de lencería, que entré 'a mirar' y salí borracha. Adam, el dueño, también lleva el Rincón del Pez. No sé si es porque se acuerda de mí, o porque es otro mercader fenicio de estos que me llevan a la ruina, pero siempre me recibe como si fuera todos los días, y cuando salgo tengo que mirar por dónde piso, porque no sé decir que no cuando me da algo a probar. Quería hacer martinis de vodka y me recomendó uno escocés, el Blackwood Vodka, que cuando me lo dio a probar me pareció delicioso. El dry martini es un cóctel con propiedades mágicas: como dijo alguien, 'uno está bien. Dos son demasiados, y tres nunca son suficientes'. En este caso los preparé mezclándolo con vermú blanco Noilly Prat, como me recomendó Adam, y bendito sea el día que decidí ponerme en huelga, porque eso es una locura.


A mí me gusta el dry martini con el 'dry' subrayado, que el vermú tan solo manche el cóctel. Yo lo preparo así:
Lleno una coctelera, o un vaso de cristal grande, de hielo y echo un chorro de vermú. Lo remuevo bien, para que impregne el hielo, y luego lo tiro todo. Después añado cuatro medidas de ginebra o vodka, según de qué lo prepare. Remuevo bien otra vez para que se enfríe y coja el aroma que ha dejado el vermú en el hielo, y lo cuelo en copa de cóctel. Droga dura, pero sienta como el cielo.
Para quienes no se hayan adentrado en el mundo del martini, y sientan curiosidad, cito a Dorothy Parker, erudita en la materia. Hay a quien le echará para atrás, otras lo encontrarán útil según para qué.


I like to drink martinis. Two at the most. Three I'm under the table, four I'm under the host.
(Me gusta beber martinis. Dos como mucho. Tres estoy debajo de la mesa, cuatro estoy debajo del anfitrión.)


2 comentarios:

  1. Qué envidia me da que te guste el dry martini. A mi me encanta pedirlo, me siento cool y glamurosa cuando le pido al barman un "dry martini", como una chica Bond. Pero luego soy incapaz de bebermelo. Demasiado dry para mi, que pena....

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  2. Es que hay que beberlo muy rápido, Volga. Como si fuera una medicina, un par de traguitos y listo. Luego ya, después del segundo, da igual porque ni lo sientes, y entonces ya te conviertes en chica Bond y en lo que tú quieras.

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