Ayer iba a escribir algo pero me vi interrumpida por un vecino con más ganas que aptitud para tocar el piano. Aplaudo su entusiasmo, y una parte de mí le envidia porque soy incapaz de hacer la misma cosa dos veces seguidas, pero a la vez siento una ligera pulsión asesina cada vez que lo pienso. Alguien muy ingenuo pensaría que tener a un estudiante de música al lado supondría horas deliciosas escuchando a Chopin amortiguado por una pared, o que la lectura sería amena porque Liszt en manos de un amateur sonaría tierno y entrañable. Pero me parto de risa -una risa histérica y neurótica, con pelos de loca incluidos- porque es mentira podrida. Después de dos horas de escalas imposibles arriba, escalas absurdas abajo, culminadas con un intento ruinoso de tocar 'Para Elisa' de Beethoven (¿en serio? ¿'Para Elisa'?), estaba que arañaba las paredes. Es una pena porque, entre llamar a su puerta para matarlo o llamar para comérmelo, prefiero lo segundo.
Creo que casi todas hemos fantaseado con músicos. Por lo general tienen una combinación explosiva de sensibilidad, tormento y narcisismo que les hace atractivos a la vez que despreciables, y esas dos cosas juntas les hace irresistibles. Muchas veces no nos gusta algo realmente hasta que no lo odiamos un poco. Así somos. De hecho tengo alguna amiga que sólo sale con músicos; la cantidad de conciertos malos que me he tenido que chupar por culpa de su fetichismo. También es curioso ver cuántos se echan una guitarra al hombro con el único objetivo de calentar la cama, y cuántos de ellos, a pesar de que se les nota demasiado, lo consiguen.
Lo mejor de todo es que, antes de que la falta de talento de mi vecino me convirtiera en Catwoman enfadada, iba a escribir sobre Gioachino Rossini. Como buen epicúreo, a este compositor italiano del siglo XVIII puede que le gustara más comer y beber que la música. De hecho, una vez retirado, se dedicó por entero a estos placeres. Era asiduo a los mejores restaurantes parisinos de la época, y también temido por todos los chefs porque, siendo él mismo aficionado al fogón, acostumbraba a retarles con nuevas ocurrencias y fantasías culinarias. En sus extravagantes invenciones nunca podía faltar el foie-gras, las trufas y el vino de Madeira, y muchas de ellas sobreviven hoy con su apellido por nombre.
Y todo esto viene porque el otro día me hicieron un 'Tournedo Rossini', y porque me di cuenta de que está bien, y es necesario, que haya algo que nos guste más que nuestro trabajo.
Te entiendo muy bien. Yo tenía un vecino que tocaba el xilófono (una cosa muy de modernos ahora) y era una tortura. Es posible que todos estos niños que nos torturaban, o torturan, sean los nuevos hipsters?
ResponderEliminarEn fin.
Con suerte es un nuevo Rossini y te hace la cena.
EliminarPor cierto, que haya algo que nos guste más que el trabajo... Muy necesario, y muy sano y hasta diría que emocionante.
ResponderEliminarEl otro día hablaba con una amiga del deseo y de los deseos realizables.
Todos tienen una pequeña relación con el trabajo y otra gran parte que no.
Pulsión de vida.
Sí, yo tengo desde siempre una estrecha relación entre la comida y el placer:) Es comer ciertas cosas, y no hablo de delicatessen, que el humor me cambia y las nubes negras ya no me parecen tan oscuras. Pongamos por ejemplo, un poco de salmón fresco, pasta con atún, unos raviolis de ricotta y pera, una lionesa de chocolate o un mundanal donut bien fresco. El trabajo al menos sirve para pagarnos estos oasis gastronómicos;)
ResponderEliminarun besote y ánimo con ese músico maldito!
Sí, la verdad es que hay días en los que un pequeño antojo de estos lo cura todo. Yo me apunto a esos raviolis!
EliminarEl músico lleva unos días tranquilo. Igual se ha decidido a dejarlo, o puede que otra vecina más valiente le haya matado (no creo que se lo haya comido). Así que bien.
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Inés
Lo de la amiga que sólo sale con músicos no lo dirás por mi ¿no?
ResponderEliminar¿o ya no recuerdas a Fabio el fontanero? JAJAJAJA. Con sus biceps y eso.
Anda que no te gustaba a ti que nos colgáramos cada una de un brazo y nos levantara del suelo haciendo de forzudo. JAJAJAJA. qué risas
Pero tan horrible fue la experiencia musical de tu vecino que aún no has escrito??? Inesita te echamos de menos, no dejes que te venza un piano desafinado, vuelve!
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