Me
dijeron que el mundo se iba a acabar así que salí en Nochevieja,
por si me moría, que me pillara de fiesta y no en la cama como otros
años. Pero no pasó nada y sentí una decepción rara; no porque
quisiera que pasara, sino porque ya me había acostumbrado a la idea.
Empezar el año habiendo gastado dinero como si no hubiera mañana
deja un mal sabor de boca al descubrir que sí lo hay, y que ni
siquiera valió el esfuerzo. Si por lo menos esto también lo pagara la empresa... Ayer, al recoger unas fotos del laboratorio, descubrí que
Turner se había colado en la cámara desechable que compré para la
ocasión. La única que merece la pena es una que disparé al cielo
sin mirar, a la vuelta a casa. Es lo mejor de la noche, y ocurrió de
día.
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